“Patrono de las causa perdidas” y es que aquí, en la ciudad de la esperanza, de esas, sobran. La marea de gente me empuja al vagón, a esta hora lo único que espero es que la selección aleatoria del ipod me ponga buena música, y haga más pasadero este transito al estilo sardina.
De pronto, alzado en los brazos de una creyente, a escasos centímetros, vi sus ojos mal pintados dirigidos al vacio, su barba café chocolate, y ese cuerno o llamita que lo único que me recuerda es a un unicornio, sufría de una decoración peculiar, sobre su manto verde tenia rosarios de todos los colores “la versión católica del mardi grass” pensé burlonamente. Pero su cara inexpresiva volvió a recordarme el uso sacro de esa figura de escayola.
Antes de la última estación, seguíamos frente a frente y sin quererlo la idea vino a mi mente
“Causas perdidas”
Pensé en ti, en la distancia, en los obstáculos que debemos enfrentar y que quizá hoy no te iba a ver, cuando cada minuto en esta ciudad, la única esperanza que me importa es estar a tu lado.
Incrédulo de mí, devolví la mirada al santo y como quien pide un encargo del mandado, intente pedirle un favor para nosotros.
Llegamos a Coyoacán, y la marea que nos puso frente a frente, fue la misma que nos separo.
Quizá no sea una causa perdida, quizá sea cortesía de la casa.