8.12.09

Espectáculo.

Entró sigiloso asegurándose que el lugar estaba vacío… todos habían ido a dormir, Caminó con calma evitando el mínimo crujir de la madera, cualquier ruido podía retumbar en ese gran espacio.

Subió los escalones, y tomo el muñeco de su estante.

Comenzó el show.

¡Damas y caballeros! Es un gusto tenerlos de vuelta en esta su casa, y les presento a mi amigo: ¡El gran Emanuel!

¡Buenos días Emanuel!

¡Buenos días! Contesto el muñeco, él era el mejor ventrílocuo a la redonda, el único, pero el mejor.

Emanuel, ¿Cómo has estado?

-¡Muy cansado! Soy un niño explotado, recibo peticiones a diario, las 24 horas, mis fans no dejan de buscarme, y cuando unos duermen, los otros ya andan despertando.

¡Pobre de ti Emanuel! ¿Y No te has quejado?

¡Imposible! Mi padre ha decidido mi carrera, y mi representantes reciben buen porcentaje… ¡soy un niño eterno! Es el negocio completo!

Pero Emanuel… si yo veo que cada semana nuestro público te aplaude, y déjame decirte, que la cooperación voluntaria, a pesar de estos tiempos... no deja de ser abundante…

¡Pero no entiendes! Por ser menor de edad me han dicho que yo no puedo recibir todavía las regalías, en teoría habrá un gran evento donde tomaré lo que me toca, pero lo me lo vienen prometiendo desde hace ya varios años…

¡BASTA!

Irrumpió un grito que retumbo por todas las paredes de la iglesia que Manuel había tomado por escenario… era el padre Hipólito que sorprendió a Manuel en medio del espectáculo.

¡Pero qué estás haciendo!... ¡insolente! … ¡hereje! …¡muchacho perdido!... y gritaba un nuevo insulto con cada paso que daba para acercarse al altar… se podía ver más clara su gran cara, verde, colérica, con un brillo acusador en los ojos…

Sus manos firmes arrebataron el niño Dios que tenía en sus manos, y en un movimiento rápido pero ceremonioso devolvió la santa figura a su altar, se arrodilló con acongojo pidiendo disculpas por lo que consideró tremenda injuria.

Después, de un salto, regreso con Manuel, que se había quedado petrificado y lo tomó fuertemente del brazo, sacándolo del sagrado recinto.

¡Pide a Dios perdón! Casi arrastrando, lo llevaba a su cuarto, entre santiguaciones y gritos, recogió sus cosas y al mismo tiempo que se las aventó, grito:

¡Considérate expulsado del seminario!

Se les comunico a sus compañeros el acto de herejía, ordenándoles pedir por el alma extraviada de Manuel.

Manuel salió, cabizbajo, buscando desde ese día otros escenarios y muñecos.
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